No utilizaré etiquetas. No me calificaré según lo que estudié o en base al lugar donde nací, menos aún por las convicciones a las que he llegado. Simplemente soy una persona que, escuchando el eco del mundo, ha buscado proponer una visión sencilla acerca de los problemas que nos aquejan, en una práctica que conduzca a superar egoísmos que nos inmovilizan en intereses rígidos y miedos infundados. Aquello puede permitirnos resolver conflictos de mejor forma y vivir una vida más feliz a partir de una perspectiva abierta y enriquecida en la comprensión, el altruismo y los afectos.

Es El Camino de la Unidad, que al intentar expresarlo a través de dibujos, fotografías y escritos, solo ha cobrado vida con las personas que se han sentido reconocidas con el Espíritu que recorre esta intención que, como un árbol, va extendiendo sus raíces en la búsqueda de terreno fértil. El valor de este esfuerzo, así, no se encuentra en las conclusiones e ideas expuestas a lo largo del volumen, sino en el vínculo que nace como reconocimiento de una verdad compartida, en un «abrazo capaz de cruzar un océano, hasta el rincón más olvidado del planeta».